Desde que vivimos en este lugar casi todas las tardes cuando damos una vuelta con los perros pasamos por delante de una propiedad donde no vive nadie. Hoy nos encontramos con un vecino que n os invitó a pasar a ver la propiedad. “Igual veremos a Bobby,” nos dijo. Bobby resultó ser un perro. Jamás habíamos visto ni oído ningún perro al pasar. Miramos dentro de la perrera y lo que vimos me partió el alma. Un perro dormía y no reaccionó ni abrió los ojos ni hizo ningún sonido mientras estuvimos ahí charlando. Tan quieto estaba que no preguntaba si estaba vivo o muerto. ¡Qué tristeza! Pasar todos los días de la vida encadenado!
Después del paseo decidí volver a ver si respondería. Lo hizo. Lentamente salió de la perrera. Coloqué unos trocitos de carne en el suelo. Los olió pero parecía que no sabía qué hacer con ellos. Luego se me acercó y se quedó quieto invitándome a tocarlo. Su pelo es seco y sin vida y estaba erguido en algunas zonas. Es bastante viejo con mucho pelo blanco en el hocico.
Le hice algunos TTouches como la Marcha de Noé a lo largo del cuerpo y en las orejas. Entonces volvió a la carne y se comió un trocito, pero enseguida volvió a pedir que lo tocase. Parecía que el contacto con otro ser vivo era más importante que la comida. Después de un rato se animó un poco y empezó a oler el suelo donde habían estado las otras perritas y también olisqueaba el aire antes de comer otro trocito de carne.
Volvió a entrar en la perrera un par de veces pero salió en seguida para interactuar conmigo. Finalmente se metió y yo me fui.
¡Qué existencia más triste la de Bobby! ¿Esto no constituye crueldad mental? Ahora que sabemos que está ahí habrá que ir a visitarlo a diario.