El otro día una amiga que está a punto de cambiar de casa me preguntó si tenía algún consejo acerca de qué hacer con su gatita para que no se escapara e intentase regresar a la casa actual. Le habían dicho que tendría que tenerla encerrada durante unos 15 días.

En primer lugar, cada gato es un mundo, de la misma manera que lo es cada ser vivo, así que lo que querrá hacer cada uno dependerá en gran medida del vínculo que tenga con nosotros. ¿Es más fuerte el vínculo con nosotros que el que sienten por el lugar donde han vivido antes?

Yo me he trasladado muchas veces y nunca he tenido ningún problema con los gatos. Lo que sí siempre procure hacer fue llevar los gatos al lugar nuevo una vez que los muebles estuviesen colocados en su sitio para que el nuevo lugar fuese reconocible como un hogar. pareciera un hogar reconocible.  También procure llevarlos a última hora del día para que una vez que hubiesen explorado el nuevo espacio pudiesen comer y aposentarse tranquilamente. La otra cosa que hice fue no renovar la bandeja sanitaria antes del traslado para que tuviese un olor familiar.

Un amigo sudafricano me dijo en una ocasión que su madre siempre untaba las patas de lo gatos con mantequilla. Así los gatos pasarían un r ato lamiéndoselas y así tenían tiempo para familiarizarse con el nuevo entorno.

Sin embargo, no es eso lo que quería compartir hoy. Esta conversación me trajo a la memoria un incidente que hasta el día de hoy me parece asombroso.

Mientras se terminaba nuestra casa, nos teníamos que trasladar de la casa de un amigo a la de otro amigo que nos la prestaba mientras él estaba fuera. Llevamos todas nuestras pertenencias y decidimos dormir e n la casa dejando los gatos en la otra hasta el día siguiente.

A la mañana siguiente cuando nos despertamos quedamos absolutamente asombrados de ver a los gatos sentados delante de la nueva casa. No habían estado ahí nunca antes. No solo eso. Estaban sentado justo delante de la venta del dormitorio donde habíamos dormido.

Para llegar hasta ahí tuvieron que abrir la ventana del cuatro donde dormían, bajar por una ladera empinada, cruzar el lecho seco de un río, caminar por un caminito asfaltado y luego por un camino de tierra que conducía hasta la casa. ¿Cómo supieron dónde encontrarnos? ¿Cómo se orientaron? ¿Fue por el olfato? ¿O fue algún otro sentido intuitivo no local?

Hasta el día de hoy no he encontrado una explicación para este evento tan extraordinario, pero a menudo imagino la escena de diez gatos caminando en fila india detrás de Pancho, el hermosísimo gato negro que siempre tuvo algo muy especial.