Todos conocemos la expresión “Oculi speculum animae”, los ojos son el espejo del alma. Cuando le miramos a los ojos de una persona, podemos saber mucho acerca de cómo se siente en ese momento: tranquila, con miedo, enfadada, triste, deprimida, incrédula… y esta información nos ayuda a modular nuestra manera de acercarnos a esa persona.

Cuando trabajamos con los perros, la mayoría de los profesionales sabe que un factor clave para saber cuál es el estado de ánimo del animal en ese momento es observando sus ojos. ¿Su mirada es suave y dulce o dura con mirada fija? ¿Es visible la esclerótica (ojo de ballena)? ¿Su mirada comunica miedo? ¿Los ojos transmiten que confía en la persona? Dependiendo de lo que leemos en la mirada del perro, podemos ajustar nuestra manera de acercarnos a él y nuestro comportamiento. Podemos abordar el adiestramiento con pasos más pequeños si vemos que el perro es miedoso o le falta autoconfianza. Podemos aprovechar el entusiasmo del perro para enseñarle cosas nuevas y estimulantes. Los ojos son como nuestro barómetro.

Claro que esta vía de comunicación no es de dirección única. Nuestra mirada también le facilitará mucha información al perro acerca de nosotros y de nuestras intenciones. Si miramos directamente a los ojos de un perro desconocido, nuestra actitud se puede interpretar como una posición de confrontación. Podríamos estar infringiendo el espacio personal de ese perro, con lo cual el perro no podría considerar como personas dignas de confianza. Cuando se trata de nuestro propio perro que nos conoce bien, está acostumbrado al contacto visual directo con nosotros y entiende nuestra comunicación visual, eso ya es otra cosa.  Si desviamos la mirada, podemos comunicar al perro que no somos una amenaza y que respetamos su espacio personal. Puede que tardemos un poco más en alcanzar la meta, pero estaríamos pisando terreno firme y estableceríamos una relación basada en el respeto y la confianza. Al final salimos ganando todos.

Con los gatos el contacto visual puede ser un tema incluso más delicado. Una mirada dura y directa sin duda se interpretaría como provocadora, y no contribuiría a establecer un vínculo de confianza entre nosotros y el gato. Una de las estrategias más destacadas con los felinos es el parpadeo lento. Los gatos lo usan constantemente entre sí, y lo reconocen cuando lo hacemos nosotros. El parpadeo lento es una herramienta fundamental en nuestra relación con los gatos.

A lo largo de los últimos 18 meses me he hecho todavía más consciente del tema de la mirada. Algunos ya sabrán que una gatita asilvestrada tuvo 4 gatitos en el desván de nuestro garaje. Fue toda una artista a la hora de ocultarlos porque no fuimos capaces de descubrir dónde los tenía. De hecho, pensamos que se habían muerto porque no se veía ni se oía ni rastro. Luego cuando tendrían unas 6 semanas de edad, los bajó de uno en uno al garaje para presentárnoslos, pero ya habían aprendido muy bien las lecciones de su mamá. Cuando ella emitía una determinada vocalización, desaparecían como por arte de magia.  Era prácticamente imposible acercarse a ellos, a pesar de que yo me sentaba en el garaje cuando les ponía de comer. ¡Todo esto se hizo más difícil porque coincidió con que yo había fracturado un hombro y no podía mover el brazo izquierdo! Conseguir atraparlos para esterilizarlos fue una auténtica pesadilla, pero eso es otra historia…

Con el paso del tiempo se han vuelto más confiados. Saben que no les vamos a hacer daño. Saben que se les pondrá la comida. Saben que pueden dormir sin que nadie los moleste. Los ojos han jugado un papel primordial en el proceso de establecer un vínculo de confianza. Al principio desviaba la mirada cuando tenía que pasar cerca de ello. Poco a poco pude establecer un contacto visual más directo, sobre todo cuando pedían comida.

A la más tímida no se le podía mirara en absoluto. También ella era incapaz de mirarnos a nosotros y se escondía debajo de un vehículo. Sólo en los últimos dos meses ha empezado a mirar directamente, desde cierta distancia, y acepta que se la mire a ella. Hemos pasado tiempo haciendo sesiones de parpadeo lento, y estoy convencida de que esta estrategia ha sido clave en todo el proceso.

Las lecciones relacionadas con los ojos y la mirada no se han limitado a los perros y gatos. A finales de febrero llegaron las golondrinas que desde hace unos años anidan en el garaje tras su largo periplo migratorio. Como ya estaba sensibilizada al tema de la mirada, me di cuenta más que nunca del efecto que tenía la mirada sobre el comportamiento de las golondrinas. Si se les miraba a ellos o al nido directamente, salían volando inmediatamente. Una vez que eclosionaron los huevos hubo que inclinar la cabeza al pasar debajo del nido, porque, si no, se armaba un gran revuelo, los padres abandonaban el nido y marchaban.

La reacción fuerte no la causaban sólo nuestros ojos. Más fuerte todavía era su reacción cuando algún gato miraba hacia los pajaritos. Eso se entiende. ¡Reconciliar la cohabitación en el mismo espacio de una familia de gatos asilvestrados y las golondrinas no fue tarea fácil! Los gatos se sentaban debajo del nido en las vigas del techo y la cuerda que les habíamos colocado para posarse de noche, y esperaban pacientemente. ¡Esa mirada fija les resultaba insoportable a las golondrinas! Al final conseguimos arbitrar la situación y a lo largo del verano consiguieron criar unos 10 polluelos en dos puestas.

Si ya estaba sensibilizada a la importancia de la mirada, estas dos experiencias han servido para recalcar lo crucial de hacernos conscientes de cómo y cuándo miramos a otros seres vivos. Realmente, ¡los ojos son el espejo del alma!

©Mary J. Rodríguez