Hace unas semanas tuve que hacer un largo viaje de doce horas con cuatro gatas y tres perros. El viaje nos llevaría a través de zonas de mucho calor. Los perros no presentaban problema porque están acostumbrados a viajar, pero para los gatos sería una experiencia nueva e intuía que sería poco grata. Las cuatro gatas provenían de la calle. Una de ellas dse había domesticado por completo y le agrada el contacto. Otras dos (madre e hija) seguían siendo bastante asilvestradas en muchos aspectos. La hija en concreto era nerviosa, miedosa y huidiza. La cuarta gata todavía vivía en la calle pero por carácter era sociable y le gustaba el contacto. ¿Cómo iban a responder ante el ruido del motor y el movimiento desagradable sobre carreteras que en muchos tramos eran todo menos perfectas? Durante la primera parte del viaje se cumplieron con creces las expectativas.

¡Benditos Aceites Esenciales!

En una parada decidí ofrecer aceite esencial de incienso a la gata más nerviosa y temerosa. Lo olió acercándose mucho al frasquito. El resultado fue inmediato y digno de verse. Dejó de llorar y se recogió metiendo las patas debajo del cuerpo en una postura relajada. Las pupilas se contrajeron a un tamaño normal y su expresión facial cambió por completo.

En vista de este resultado tan alentador decidí ofrecer el incienso a las otras tres gatas. Puse unas gotas en unos pañitos que colgué de la puerta de cada transportín. Además, opté por poner unas gotas de aceite esencial de sándalo en otro pañito para contrarrestara el efecto del ruido del motor. Con los pañitos colgados en las puertas las cuatro gatas se relajaron y permanecieron calladitas salvo cuando pasábamos por tramos de la carretera con baches que hacían que el movimiento del vehículo fuese incómodo.

¡Puedo asegurar que esta experiencia fue la “prueba del algodón” en cuanto a la eficacia de los aceites esenciales para ayudar a los animales a sobreponerse a circunstancias difíciles!