En la prefectura japonesa de Oita, situada en Kyushu, la isla más al suroeste de ese país, se cultivan desde hace siglos unos cítricos que no se encuentran en la mayor parte del resto del mundo. Entre ellos está el kabosu. Los científicos japoneses, alentados por las bajas cifras de cáncer entre la población de esa región llevó a cabo una serie de experimentos sobre el kabosu y descubrieron que esa fruta contiene elevados niveles de una sustancia llamada narangina tanto en la pulpa como en la piel. En experimentos posteriores in vitro aplicaron una solución de narangina sobre células cancerígenas. El resultado fue muy llamativo. Las secuencias de vídeo demuestran cómo el núcleo de las células cancerígenas se iba disgregando formando pequeños glóbulos. En definitiva se estaba produciendo la apoptosis o “suicidio” de las células.
La excelente noticia para los que no vivimos en la prefectura de Oita en Japón es que hicieron los mismos experimentos con el pomelo y pudieron comprobar que también contiene narangina, por lo que podemos incorporar el aceite esencial de pomelo a las herramientas de las que disponemos cuando se nos presenta algún caso de cáncer.
(La información arriba expuesta no pretende suplir los cuidados veterinarios profesionales.)